El Coaching con caballos frente al Coaching tradicional
El coaching con caballos (o CcC) es un método de crecimiento y desarrollo personal y profesional. Busca dotarnos de las habilidades y capacidades necesarias para superar nuestros obstáculos o bloqueos, nuestras limitaciones y miedos. Nos posibilita así la consecución de todos nuestros objetivos deseados. Está cimentado en el coaching tradicional, sirviéndose de todas las bondades y toda la efectividad del mismo. A ellas suma la participación y la presencia del caballo en las sesiones. Y es esta presencia, esta participación única y singular, la que imprime a este método su gran potencialidad. Así como también una efectividad que le hacen, desde muchos puntos de vista, superior al coaching normal.
Varias son las diferencias entre entre ambas maneras de hacer coaching, llegando algunas de ellas a ser muy señaladas. La primera, y quizás la más importante, la extraemos del proceso básico del aprendizaje. Éste se define por la fórmula: aprendizaje = información + experimentación. Sin lugar a dudas podemos afirmar que es la experimentación la clave de la ecuación, la base a partir de la cual se realiza el aprendizaje. Y éste es uno de los puntos fuertes del CcC, su alto valor experiencial y vivencial.
En el trabajo con caballos el cliente o participante ve reflejado en éstos su estado emocional. También la coherencia o congruencia entre lo que dice o afirma y lo que piensa, en todo momento durante la sesión o el taller. Ese reflejo es ofrecido en tiempo real a través de una imagen de un enorme valor y una alta carga emocional. Conecta directamente con el verdadero ser del cliente. Le dice dónde está, cómo está y las opciones que se abren ante él.
Éste ofrecimiento repetido en forma de imagen, totalmente visual, es algo que supera y trasciende las palabras. Va más allá del alcance de las mismas, y aporta a las sesiones una enorme dosis de realidad, de práctica.
Quizás esto sería una carencia del coaching tradicional frente al CcC. La palabra, vehículo principal del mismo, a veces se queda adormecida, perdida en un plano teórico, en el nivel del pensamiento, en un discurso que no siempre nos mueve a la acción. Es cierto que el plan de acción que definimos al final de la sesión de coaching tradicional, sí invita al cliente a realizar acciones, a convertir en experiencia lo que se ha trabajado previamente durante la misma. Esta puesta en práctica la realiza el cliente por su cuenta entre sesión y sesión, lejos de la supervisión del coach y está basada en el compromiso que previamente ha adquirido consigo mismo durante la sesión.
En el CcC la puesta en práctica, el vivir la experiencia se realiza en la pista. Esta se lleva a cabo con el acompañamiento del coach y con la devolución que en todo momento nos hacen los caballos. La diferencia es llevar a la práctica lo aprendido de manera individual sin el acompañamiento del coach, o hacerlo en el momento de la sesión contando con el mismo y realizando ene aprendizaje in situ.
También se define y trabaja un plan de acción que parte de una configuración y una base teórica similares a la del coaching estándar. Sin embargo, a la hora de llevarlo a la práctica, de hacerlo realidad, está anclado en imágenes sustentántose en ellas además de en palabras.
El cliente se lleva de la sesión una serie de imágenes que ha visto y ha grabado en su cerebro emocional. Esto se produce de manera persistente y duradera, gracias al alto contenido emocional de las mismas. Los caballos, con su comportamiento, nos han ofrecido información muy valiosa para la definición y consecución del objetivo declarado. Información que está apoyada en imágenes que reafirman y multiplican la efectividad del trabajo a realizar descrito en el plan de acción. Casi podríamos estar hablando de verdaderos anclajes emocionales. Tal y como los define la programación neurolingüística y que son los que se producen en pista.
El descubrimiento de nuestro lado más natural
Una segunda diferencia entre el CcC y el coaching tradicional podría ser la posibilidad que nos ofrece el primero de conectar con nuestra esencia. Con el ser natural que somos frente a la posible limitación que sobre este aspecto podemos encontrar en el segundo. Es cierto que el coaching tradicional no es algo que únicamente pueda realizarse en una oficina o un ambiente cerrado. Seríamos muy poco creativos si no fuésemos capaces de imaginar el coaching en un espacio natural, abierto. En el que se incorporan los beneficios que nos produce el contacto con la naturaleza.
Pero es en el CcC donde el contacto con el animal, con el caballo, nos posibilita adentrarnos en nuestra esencia, en nuestra parte más “animal” o natural. Durante la sesión, como no podría ser de otro modo, nuestra relación con él carece de palabras. Se basa y descansa en el resto de nuestros sentidos, en nuestra intuición, en capacidades que nos vemos obligados a movilizar para poder dar respuesta a las situaciones que se producen en la pista. Es trabajar y aprender desde nuestra esencia, desde nuestra parte más primitiva o ancestral. Estando ésta conectada con todo lo que nos rodea: olores, sensaciones, imágenes, movimientos, expresiones, etc. Todo ello de la mano del inconfundible maestro como es el caballo.
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