¿Cómo es un taller de Coaching con caballos?

“No es necesario saber algo para ser capaz de hacerlo. Aprendimos a caminar, a correr, a ir en bicicleta y a jugar a la pelota sin que nos dieran instrucciones”.

 JOHN WHITMORE

 

 

Voy a describiros en unas líneas cómo es un taller de coaching con caballos visto desde dentro. Qué cosas ocurren en él y cómo lo viven los participantes. Os voy a contar cómo es, sus particularidades, lo que lo hace distinto y las vivencias que en el mismo se suceden. Y voy a narrarlo a través de mis ojos. A través de mi mirada, la del coach que acompaña a los participantes en su experiencia.

Cuando los participantes llegan a la hípica, la mayoría lo hacen con una media sonrisa, llenos de energía y expectación. Otros en cambio, se muestran un poco cohibidos, se nota que aún están un poco a la defensiva. Curiosos, pero precavidos. Los primeros saludos, las primeras presentaciones y las tensiones – si las hubo – comienzan poco a poco a distenderse. Para hacer del coaching un método efectivo de crecimiento y desarrollo personal es fundamental crear un ambiente de confianza, de seguridad. Así los participantes pueden expresarse, abrirse y “sacar” lo que llevan dentro. Siempre me ha parecido que en la bienvenida y recepción de los participantes, el patio de la hípica donde trabajo, con los caballos en sus boxes en todo su alrededor, con el limonero que lo adorna y le da sombra, y los perillos siempre jugando, y el ambiente de trabajo, la faena, y el esmero por el cuidado de los animales que allí se respira, contribuye, desde el primer momento, a relajar el ánimo de los participantes y a comenzar a crear esa confianza – primero en ellos mismos- que tantos frutos va luego a dar a lo largo de toda la jornada.

Una vez han llegado todos y hemos pasado a la pista hacemos las presentaciones “oficiales”. Primero Antonio, que es nuestro anfitrión, dueño de la hípica. Después Ana, cuando nos acompaña con su sagaz, limpia y amorosa observación de todo lo que ocurre. Y finalmente yo. A continuación pedimos a los participantes que se presenten a sus compañeros. Y vamos así dando nuevos pasos hacia esa apertura y ese grado de confianza que es necesario para poder sacar lo máximo del taller. Buscamos estar cómodos y que el grupo comience a forjarse.

Tras las presentaciones suelo dar una explicación breve sobre lo que es el coaching con caballos. En qué consiste, qué puede ofrecernos, en qué se diferencia del coaching tradicional. Pero sobre todo, explico cuál es el papel del caballo en todo esto. Vamos así entendiendo, a nivel intelectual, desgranando conceptos, a la vez que comenzamos a abrir, de manera tenue al principio, la puerta a las emociones.

Una vez damos por concluida la parte “teórica”, antes de iniciar la primera dinámica con los caballos, repasamos las medidas de seguridad que debemos observar, durante el transcurso de la formación, en el trabajo con los caballos. Trabajar con caballos no es peligroso, en absoluto, pero si debemos hacernos responsables y tener en cuenta algunas medidas de seguridad a la hora de acercarnos a él. Éstas, y tras la explicación que nos da Antonio, se basan principalmente en el conocimiento del caballo, en saber cómo actúa y cómo se desenvuelven en la pista.

Después, y a lo largo de todo el taller realizamos distintas dinámicas tras la cuales hacemos una puesta en común o feed-back. Estas las utilizamos para fijar, retener o integrar lo que cada participante ha visto y sentido, ya sea en la dinámica precedente o en cualquier otro momento del taller. Este es un espacio para compartir, para descubrir y ver, a través de metáforas, la imagen propia que el caballo nos ha mostrado durante el juego. Éste es el momento de las preguntas en las que se basa el método del coaching. El momento de acompañar a los participantes, a través de ellas, hasta el descubrimiento de las opciones y posibilidades de mejora que tienen.

Es durante las dinámicas en las que se tiene un contacto directo y limpio con los caballos, ya sea de forma individual o en grupo. Este contacto llega a ser terapéutico, casi sanador, desde el momento en que ocurre. Al acercarnos al caballo solemos dejar atrás nuestra mente racional y sobre-activar nuestro sistema emocional. Éste es quien toma las riendas en nuestra comunicación con el caballo. Para ello, hemos creado con anterioridad un ambiente para propiciar este encuentro. Este llega a resultar mágico a veces, luminoso, esclarecedor, y a menudo sorprendente incluso para aquellas personas que han tenido contacto anterior y continuo con caballos. Son muchos los participantes que incluso teniendo caballo propio y montándolo a menudo se sorprenden del alto componente emocional de estos encuentros.

Los distintos ejercicios que realizamos tienen por objetivo movilizar nuestros recursos emocionales frente a retos. Estos tienen que ver con nuestra forma de comunicarnos con los demás, nuestras creencias, nuestra autoestima o las emociones primarias que, como el enfado o el miedo, habitan comúnmente en nosotros. Una vez éstas salen, se hacen presentes, nos vemos obligados a buscar una solución o un recurso emocional frente a las mismas. Todo en tiempo real, en la pista, frente al caballo, que va a testar, de una manera limpia y sin juicios, la efectividad de nuestras respuestas o recursos.

Experiencias para sentir y reconocer emociones

A menudo, sobre todo en las primeras fases del taller, me encuentro con alumnos enfrentados a un conflicto y luchando con su intelecto en busca de una respuesta o solución a un conflicto o reto. Respuesta que para ser efectiva, sólo puede ser emocional. Estas empiezan a fluir cuando nos adentramos más en el taller, que es cuando la mayoría de los participantes ceden ante sus emociones y dejan un poco de lado su cabeza o intelecto.

Y entre dinámicas, ruedas de “auto-alimentación” o feed-back, pero sobre todo tras haber vivido y experimentado un aprendizaje emocional duradero y de enorme valor para implementarlo, servirnos de él y ponerlo en práctica para llegar a ser mejores personas en multitud de ocasiones en nuestro día a día, llegamos al final de la jornada de formación.

Antes del cierre del taller siempre invito a los participantes a que pasen unos minutos con los caballos para agradecerles todo lo que nos han dado, todo el conocimiento, la comprensión y atención que nos han mostrado.

Este es el resúmen de una jornada o taller de coaching con caballos.

Y esto es todo. O no es nada. Porque verdaderamente una experiencia de crecimiento personal como es el coaching y más realizada con caballos es algo que no puede contarse. Carece de valor así. Solo puede experimentarse por uno mismo. Vivirla. Disfrutarla y retener en la memoria todo lo visto, lo sentido, lo aprendido… Para siempre.

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